La derrota del bloque de Le Pen podría beneficiarles

Se celebró la segunda vuelta de las elecciones legislativas de Francia, donde la Agrupación Nacional de Marine Le Pen no pudo contar con la misma suerte que en la primera vuelta del 30 de junio pasado, esencialmente porque, ante el temor del triunfo de la «ultraderecha» todos los bloques extremistas de izquierda confirmaron un solo frente que les permitió verse favorecidos por sobre los de Marine Le Pen.
El revoltijo izquierdista llamado Nuevo Frente Popular —que cobija tanto a comunistas, progresistas o feministas franceses—, obtuvo 182 escaños, quedando como primera fuerza, sobre los 143 escaños que obtuvo Agrupación Nacional, quienes quedaron terceros en la Asamblea Nacional francesa. El partido de Macron quedó segundo con 163 escaños.
Lo anterior, sin embargo, no refleja la cantidad de votos obtenidos. En le segunda vuelta, en realidad, Agrupación Nacional obtuvo más de 10 millones de votos, por encima de los casi 7 millones y medio que obtuvieron los extremistas de izquierda o los poco más de 6.3 millones que obtuvieron los de Macron. El sistema electoral francés es uninominal, esto implica que el candidato debe ganar su circunscripción, ya sea obteniendo mayoría absoluta del voto emitido que represente al menos 25% del electorado registrado, en primera vuelta, o enfrentando a los dos más votados más cualquiera que hubiere podido obtener más del 12.5% del voto en la primera vuelta, ganando finalmente quien haya sido más votado.
Esta forma de elección tiene dos implicaciones, de entre las que destacan la reflexión de poder votar por quien quieras en la primera vuelta, para luego quizá decantarte en la segunda por el «voto útil» para evitar que ganen los otros.
La estrategia del Nuevo Frente Popular

Lo último mencionado fue, precisamente, la estrategia del extremismo de izquierdas: seguir sembrando el terror entre los franceses sobre el triunfo de los «ultraderechistas» para poder plantear una retórica que les permitiese parecer alternativa frente al triunfo de Agrupación Nacional. Sabemos que esta no es la primera vez que en política ocurre algo así para buscar frenar el triunfo de los patriotas, pues la creación de estas aglomeraciones para sembrar el terror les hace creer a los electores que han asumido este planteamiento que no importa que en un mismo bloque haya opiniones tan contradictorias, como el que estén tanto quienes dicen velar por el bienestar de las mujeres, toda vez que también navegan los que por un pretendido buenismo político aceptan la entrada desmedida y antisocial de migración islámica. Parecieran estar unidos por el solo resentimiento patológico de lo que Francia podría significar dentro de la identidad cristiana europea.
La culpa de Macron

Todo esto fue también impulsado por Emmanuel Macron, quien buscando generar una estrategia política que pudiese desestabilizar la subida de Agrupación Nacional, convocó elecciones. Sin embargo, el evidente declive de la popularidad de Macron no pudo encontrar refugio en la misma retórica alarmista que alzó al Nuevo Frente Popular, pues al final ¿por qué votarías por los moderados de Macron si tienes a los titulares de la retórica alarmista postulándose también?
Y es que el discurso de extremos favorece voltear a los extremos, aun cuando el «extremismo» de unos sea buscar cuidar las fronteras nacionales, y el de los otros sea permitir el remplazo cultural, el odio a la nación y la confrontación social como bandera. Esta disparidad retórica no permite a los franceses verse identificados con Macron, quien en esa falta de lucidez no genera empatía, hacer lo mismo que los extremistas de izquierda, solo que, con una capa de diplomacia política encima, no te vuelve elegible por sobre los otros. Macron fue el ancla de la extrema izquierda, pues sus políticas permitieron proliferar las ideas de la izquierda apátrida, toda vez que sembraba el miedo irracional contra la agrupación de Le Pen. Él les hizo el juego, pero no importaría, porque estarían dispuestos a vender Francia, como lo hicieron, con tal de que no gane la «extrema derecha».
Mientras tanto, como sabemos, la victoria del Nuevo Frente Popular les permitirá designar un primer ministro, y no los de Agrupación Nacional, como se habría esperado. Y como seguramente Macron hubiera obstaculizado las maniobras de Agrupación Nacional, porque al final del día es el presidente el hombre fuerte del gobierno francés, quizá es hasta deseable que Le Pen no desgaste todavía la imagen de su partido, y que sea la centroizquierda la que lo haga para que la política francesa pueda acceder a la presidencia sin contratiempos al final del período de Macron.