No es supremacía constitucional, sino la de Morena
26 de octubre de 2024

El problema de la reforma de “supremacía constitucional” radica en que busca impedir que el Poder Judicial, a través de amparos, acciones de inconstitucionalidad o controversias constitucionales, pueda revisar o bloquear modificaciones a la Constitución hechas por el Congreso. Esta propuesta, impulsada por el partido Morena y aprobada rápidamente en el Senado, ha sido criticada por la oposición, que advierte que limita los contrapesos democráticos y deja a los ciudadanos sin herramientas legales para defenderse de posibles abusos constitucionales. Para sus detractores, la reforma es un paso hacia la consolidación de un poder legislativo sin supervisión judicial, lo cual consideran una amenaza a la democracia en México.
No es sorpresa
Ya antes hemos advertido que el sistema político mexicano no ha cambiado, vivimos en el México político posrrevolucionario, esta es la razón por la que ahora Morena puede tener tanto poder, porque alguna vez así dispusieron el escenario los ganadores de la Revolución, lo que permitió la consolidación del partido único, el Partido Nacional Revolucionario, donde se agruparon todos los caudillos vencedores. Hoy Morena no solo hereda esta tradición del PRI, del que desciende en una relación de parentesco donde el PRD es hijo de este, y Morena nieto, entonces, de aquel, por lo que hereda también el hecho de que en Morena se agrupan los vencedores del desgaste de la vida pública de México. Caudillos que, como los otros, pueden ahora también hacer y deshacer a conveniencia.
Si el sistema político mexicano que construyó, en este tema en particular, el sistema de derecho, lo trazó el Revolucionario Institucional, es difícil pensar que pueda estar en el mejor interés de los valores del México de la independencia. Sin embargo, la constante pérdida de poder del partido hegemónico había facilitado la desconcentración del control de las instituciones, a raíz de esto vimos procesos como la erección de los organismos constitucionales autónomos o la autonomía del INE derivada de la reforma político-electoral. Hoy con la vuelta de un poder generalizado, como lo obtuvo Morena, nos advierte que esto fue una concesión graciosa de aquellos gobernantes, y no un avance materialmente real.

Al limitar los mecanismos de control constitucional —como el amparo y las acciones de inconstitucionalidad—, se reduce la capacidad de la ciudadanía y de las instituciones judiciales para defender la Constitución de posibles modificaciones que vayan en detrimento de los derechos fundamentales o que concentren el poder en un solo grupo político. Además, esta reforma es contraria a la soberanía, ya que disminuye la posibilidad de que, por medio de la intervención judicial accionada por la ciudadanía, los mexicanos puedan intervenir contra las reformas que atenten su mejor interés.
No solo eso, sino que uno de los transitorios de la reforma prevé un antenado contra el principio de irretroactividad que establece que una ley no puede aplicarse retroactivamente en perjuicio de las personas, protegiendo sus derechos y expectativas legales generadas bajo la norma vigente al inicio de un procedimiento. El texto ordena el sobreseimiento de juicios y recursos en trámite —desestimarlos por “ir contra la Constitución”— al entrar en vigor una reforma constitucional, lo que podría contravenir este principio, ya que interrumpe procesos iniciados con base en el marco legal anterior. Esta disposición afecta derechos procesales adquiridos al cambiar las reglas a mitad del camino, lo que sería una aplicación retroactiva en perjuicio de las partes involucradas, atentando los derechos, no del poder judicial, sino de los ciudadanos.
Hay que decir que el sistema constitucional mexicano debe ser reconsiderado, por lo que las reformas al mismo no son el problema, como sí podrían serlo la usanza de la Constitución como medio para afianzar políticas no esenciales de la forma de organización mexicana, como se vio cuando se constitucionalizaron las becas. Todas son, finalmente, parches de un texto nacido del espíritu revolucionario, por lo que la mejor oportunidad de retomar las Tres Garantías es replantear una nueva constitución. Por lo mientras Trigarantes es férrea barrera de contención para no permitir todo aquello que derive en el autoritarismo republicano.