¿Puede ser la democracia bandera de la alternativa?

19 de febrero de 2024.
El pasado domingo 18 de febrero en diversas partes del país se celebró la llamada Marcha por la democracia, donde miles de ciudadanos se dieron cita en diferentes puntos de México para hacer escuchar su voz sobre la necesidad de defender los organismos que han garantizado el ejercicio de la participación ciudadana en México. Así como en la pasada marcha que tuvo por objeto la defensa del Instituto Nacional Electoral (INE), los mexicanos, habitualmente identificados con la oposición, defendieron al organismo por considerar que esta institución es el dique de contención contra el autoritarismo de López Obrador.
¿Y de verdad no funciona tan bien?
Lo cierto es que el organismo constitucional autónomo es una herramienta que refleja la salud que la propia sociedad mexicana goce. Cuando hay armonía en el respeto de las instituciones el INE funciona; cuando hay seguridad para ejercer el voto el INE funciona. Es decir, el Instituto es tan capaz como la sociedad mexicana lo sea.
Sin embargo, la legislación mexicana en la materia nos ha demostrado en diversas oportunidades que debe mejorarse, pues no solo el derecho a ser votado no está del todo garantizado y solo está reservado con facilidad para los partidos, como demostró el proceso de aspiración a candidaturas independientes, sino que también ha denotado la facilidad con la que las consignas ideológicas avanzan en sus tribunales, lo que ha ajustado a la política mexicana a la cómplice creación de sanciones que no atiendan a los mantras de género o denuncien los abusos ideológicos de la izquierda.
En el caso concreto del gobierno lopezobradorista el clamor parece estéril, porque la consigna es la propia agenda que Andrés Manuel estableció, hacer del INE una moneda de cambio política que, cada que se pretende defender, atiende a la retórica del oficialismo que siempre está preparado para señalar a los asistentes de la marcha como el “antipueblo”.
Como mencionamos antes, la democracia mexicana como institución aún funciona y tan lo hace que con certeza y sin amaño van a contar los votos de los mexicanos embelesados en la cerrazón de la autonombrada Cuarta Transformación. La emisión del voto parece no ser un problema en muchas ciudades, y los mexicanos engañados seguramente no se verán conmovidos por sus compatriotas defensores del INE.
Un problema, por otro lado, realmente sí latente es la seguridad pues, como dijimos antes, será el verdadero obstáculo para miles de mexicanos que verán su intención corrompida por el narco mexicano. Miles de mexicanos, además, no solo tendrán incertidumbre electoral, sino que además la viven diariamente, sumergiendo la seguridad de sus vidas, incluso, en el miedo.
Podemos sintetizar nuestra fórmula diciendo que: (1) la defensa de la democracia es lo que AMLO espera, por lo que fortalece su narrativa; (2) la democracia como institución está garantizada aún; y (3) el verdadero riesgo tanto para la democracia como para el resto de la vida social es la seguridad.
Con certeza cualquiera pudiera afirmar que el tema de la seguridad conmueve más a los mexicanos porque sus vidas corren riesgo latente, y no solo son objetos de golpeteo político. Ya Andrés Manuel ha mostrado antes cómo reportajes como el que emitió la Administración de Control de Drogas de EE.UU. (DEA) que ligaron al presidente de México con el narcotráfico le resultan verdaderamente incómodos. Hay un recurso alrededor del tema que no solo evidencia los lazos del Gobierno con organizaciones criminales que estarán influyendo en las elecciones en muchos territorios, sino que además es el verdadero recurso pragmático para contrarrestar al oficialismo y se está desperdiciando.